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Shenandoah, donde Starling solía correr. Anduvo
largo rato apretándolo en el puño, colérica, con los
ojos ardiendo, dispuesta a arrojarlo al agua,
imaginando la curva que describiría en el aire y el
pequeño ¡plop! Al final se lo puso en el dedo y
forzó al puño a meterse en el bolsillo, Mapp no
acostumbraba a llorar.
Caminó largo rato, hasta que consiguió calmarse.
Cuando volvió al coche, había oscurecido.
Es difícil saber lo que Starling recuerda de su
antigua vida, lo que ha elegido guardar. Las drogas
que la sostuvieron durante los primeros días no han
formado parte de sus vidas desde hace mucho tiempo.
Ni las largas conversaciones con una sola fuente de
luz en la habitación.
Ocasionalmente y a propósito, el doctor Lecter deja
caer una taza de té para que se haga añicos contra
el suelo. Se siente satisfecho al comprobar que la
taza no se recompone.
Hace meses que no ha soñado con Mischa.
Tal vez algún día la taza se recomponga. Tal vez en
algún sitio Starling oiga vibrar la cuerda de una
ballesta y despierte sin querer, si es que ahora
duerme.
Ahora nos retiraremos, mientras los dos bailan en la
terraza; el prudente Barney ya ha abandonado la
ciudad y a nosotros nos conviene seguir su ejemplo.
Pues si cualquiera de los dos nos descubriera el
resultado sería fatal para nosotros.
Podemos estar contentos de seguir vivos después de
lo que hemos visto.
FIN
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